España dentro o fuera del Euro, Catalunya dentro o fuera de España… en los medios se suceden especulaciones sobre las ventajas e inconvenientes de cada opción . Escúchalo en Ricoalcuadrado o aquí:
Pero, en un momento en el que la cuestión de la llamada “soberanía nacional” es protagonista de nuestra vida política, sorprende que se ignore que, hoy, la soberanía no reside en el pueblo, sino en la moneda.
No en vano los países de mayor tradición democrática de Europa (Reino Unido y los países escandinavos) son los que han decidido mantener las suyas. Desde luego, una moneda fuerte, en la medida en que se convierte en divisa de intercambio internacional, permite influir mejor en la política mundial (véase el dólar, qué casualidad que EEUU sintiera la necesidad de invadir Irak cuando este país comenzó a admitir el pago de su petróleo en Euros). Pero, de puertas para adentro, implica la cesión de soberanía económica de los miembros más débiles de la Unión Monetaria en favor de los más fuertes. En definitiva, el viejo dilema acerca de las ventajas e inconvenientes de integrarse en el imperio vencedor.
Pocos dudan ya de que el esplendor económico de la España de la pasada década es un efecto de la integración en el Euro, como también lo es nuestra actual sensibilidad a la crisis internacional. La recuperación de la moneda propia, y su segura devaluación (se calcula sobre un 50%) estimularía nuestra capacidad de vender y reduciría la de comprar. Los salarios nominales serían los mismos, pero la inflación mayor y, en relación a los salarios europeos, experimentarían una drástica pérdida de valor. Por otro lado, en este escenario resulta más fácil pensar en una recuperación económica y una reducción significativa del desempleo. De todos modos, los salarios ya están, o reduciendo significativamente su valor nominal, o sencillamente desapareciendo, y nuestros bienes inmobiliarios no dejan de perder también valor nominal.
Así pues, ¿de dónde procede la resistencia a la recuperación de la soberanía monetaria? Probablemente del sistema bancario, que es el que en río revuelto todavía es capaz de hacer ganancia. En el próximo artículo detallaremos por qué. Pero lo que quería poner hoy de relevancia es el hecho de que lo que nos mantiene nuestro futuro económico en el limbo es precisamente nuestra incapacidad para hacer de la decisión acerca de nuestra permanencia o no en el Euro una cuestión política y no meramente económica. Mientras pensemos como los bancos, haremos lo que quieren los bancos. La decisión sobre nuestra moneda ha de apartar de la mesa los balances comerciales, el déficit fiscal o la deuda pública. La decisión sobre la moneda ha de ser una decisión política, porque es una decisión acerca de quién ostenta la soberanía y, por tanto, quién decide una política social, educativa y de empleo.
Henrik Hdez.-Villaescusa Hirsch
http://www.filosofiapractica.com
Rico al Cuadrado.