¿Qué es ser inteligente?

HotelCB_dic.2012Nos han enseñado que la inteligencia tiene que ver con la capacidad de entender, de encontrar explicaciones, de aprender, de calcular.  El siglo XX ha multiplicado las  inteligencias (emocional, incluso corporal), pero parece que sigue pensando en ella como algo receptivo. Sin embargo, el latín intelligentia tiene que ver más bien con un elegir, por lo tanto, con una actividad.

¿Es la inteligencia teórica, o práctica? ¿No será el concepto teórico de la inteligencia una trampa del poder? ¿Qué hay que saber para poder elegir? ¿Podemos elegir qué inteligencia queremos? ¿Qué es un intelectual? ¿Qué papel tiene en una sociedad en crisis?

Son preguntas que nos plantearemos, junto a las muchas que, como siempre, seguro que surgirán a lo largo del diálogo, y para las que quizás no encontremos respuesta, pero cuyo planteamiento seguramente nos hará salir del café un poco más inteligentes. ¿En qué sentido? Eso ya lo veremos.

Vivir es inventar (Café Filomanía 8/11/12)

¿Qué son, entonces, los sucesos de nuestra vida? Es mucho más lo que ponemos en ellos que lo que contienen en realidad. Cabría decir incluso que, en sí mismos, son vacíos. Vivir equivale a inventar.

(Nietzsche, Aurora, §119)

El pasado jueves 8 de noviembre tuvo lugar nuestro Café mensual, con el propósito de responder a la pregunta planteada en el encuentro anterior: ¿Estoy viviendo?

El coordinador presentó el tema poniendo sobre la mesa los numerosos problemas que le había suscitado la preparación de la actividad, en concreto, la comprensión de la propia pregunta, ¿Estoy viviendo? Es decir, no ¿Estoy vivo?, que parecería la más sencilla.

La elección de una pregunta tan poco habitual nos guarda algunas sorpresas.  Por ejemplo, estar vivo y estar muerto son opuestos, pero vivir y morir podríamos considerarlo en el fondo como lo mismo, porque ambas constituyen aquel proceso que nos lleva del nacimiento a la muerte.

La pregunta tiene algunas otras particularidades: cabalmente, uno no puede preguntarse: “¿estoy vivo?” ni “¿estoy muerto?”, porque el mero hecho de formularlas incluye, para ambas, una misma respuesta afirmativa. Pero ¿Estoy viviendo?, en cambio parece una cuestión para la que sólo  podemos  esperar una respuesta de de nosotros mismos y no de otro, como sí ocurriría si le preguntamos, angustiados, al médico: ¿Estoy muriendo?

Última curiosidad: estar muerto y estar muriendo son, en principio frases lógicamente incompatibles. Pero estar vivo y viviendo, parece que no. Lo que nos ha reunido aquí es la sospecha de que lo uno no supone lo otro. Entonces,¿Qué podría significar estar vivo, pero no viviendo?

Inicialmente, los participantes parecen dividirse en dos grupos: aquellos para los que vivir se define por la persecución de unos objetivos, y aquellos que ven en esos objetivos precisamente un condicionamiento ambiental (educativo, cultural, social) que nos hace vivir, según la expresión de un participante, no nuestra vida, sino la de otros, lo que al coordinador le recuerda la distinción heideggeriana entre existencia propia e impropia.

Pero, ¿cómo seria una tal vida nuestra? A la hora de caracterizarla, se produce un notable consenso en torno a la idea del instante. Si los objetivos nos desapropian de nuestra vida haciéndonos pensar siempre en el futuro y el pasado, en el por qué y el para qué de lo que hacemos, la presencia, la conciencia del instante presente sería lo propio de nuestra vida.

La discusión deriva entonces hacia la consideración del cómo conseguir una tal presencia, y parece producirse un nuevo consenso en torno a la necesidad de liberarse de todos aquellos contenidos de nuestra mente que nos lo impiden: prejuicios, recuerdos incómodos, etc. Ese trabajo no constituye la vida, pero sí la posibilita.

La discusión ha resultado tan viva que el coordinador, a quien agrada aportar luz a los debates con la cita de algunos textos clásicos, sólo ha encontrado espacio para uno que, eso sí, ha suscitado la admiración general. Una vez más, tenía que tratarse de Nietzsche.

CAFÉ FILOSÓFICO

Filomanía es un espacio de reflexión, diálogo y debate sobre temas de actualidad que nos preocupan a todos.

Rescatar la antigua práctica del diálogo filosófico como un instrumento crítico y creativo, ese es nuestro objetivo. Filomanía se convierte en el lugar donde se intenta una reflexión común, un foro libre para compartir ideas y puntos de vista sobre los más diversos temas.

El amor, el poder, la justicia, el deseo, la vida y la muerte… son algunas de las cuestiones sobre las que giran nuestros cafés filosóficos, dentro de un marco independiente, ajeno a cualquier influencia religiosa, socio-económica o política. ¿Te lo vas a perder?

Si estás interesado en participar en alguna de nuestras sesiones o tienes alguna pregunta o sugerencia, escríbenos a cafefilomania@gmail.com, o síguenos en nuestro perfil de Facebook www.facebook.com/cafefilomania.

El Egoísmo. Reseña del Café Filosófico Filomanía (Mayo 2012, FNAC L’Illa Diagonal)

El egoísmo ha centrado la discusión que hoy han organizado, como cada segundo jueves de mes, Filomania y el Centre Trinitat en la FNAC de L’Illa Diagonal.

El coordinador suele ser ese pesado que intenta volver la atención de los participantes sobre los conceptos mismos y su sentido. Pero hoy no ha hecho falta. De manera espontánea ha surgido la cuestión acerca de por qué sobreentendemos que «egoísta» tiene un sentido negativo. Así que, sin obviar éste, hemos dedicado sin embargo más tiempo a indagar qué valor tiene, qué aportaciones positivas nos puede reportar el egoísmo. A nosotros mismos, pero también a los demás. Porque parece que, como mínimo, ha habido acuerdo en torno al hecho de que el egoísmo no constituye una condición suficiente, pero sí necesaria para poder relacionarnos con quienes nos  rodean. Si no me ocupo de mí, de mis fines, de mi bienestar, no puedo hacer lo propio con los de los demás. Si no me ayudo, no puedo ayudar. En este sentido, hemos dedicado una buena parte del diálogo a discutir casos concretos en los que se nos puede presentar el dilema acerca de cuándo priorizarnos a nosotros o a aquellos a los que queremos, para constatar el pequeño, o gran drama que representa el hecho de que no todo está en nuestras manos. Pero si hay algo que nos es relativamente cercano y sobre lo que nos es más legitimo intervenir, somo en cada caso nosotros mismos.

Este jueves que viene nos volvemos a encontrar para hablar de un tema tan espinoso como es el del amor.

¿Son necesarios los líderes? (FNAC L’Illa Diagonal, Abril 2012)

ImagenEn el Café dedicado a la cuestión del poder, surgió la duda acerca de cuál es el papel del liderazgo, que decidimos entonces que constituyera el tema de la siguiente sesión, que fue esta de Abril. Dimos comienzo con una breve lluvia de ideas mediante la que intentamos recoger cuáles eran las características que asociamos a la función del líder, y salieron muchas, algunas difíciles de conciliar. No se sabía muy bien si tenía que ser capaz de resolver con sus convicciones las dudas de sus seguidores, o si más bien no era él quien carecía de ellas, pero tenía una gran capacidad de encarnar un sentir general, las aspiraciones del conjunto.

Parece que la posición del líder tiene bastante que ver con la del espejo: alguien en quien mirarnos, en quien reconocernos, pero que a la vez nos obliga a revisar constantemente quiénes somos y, sobretodo, qué queremos y hasta qué punto. Todo esto dio, como suele ocurrir en los cafés, pie a toda una serie de interrogantes que quedaron por resolver: ¿se ama al lider? ¿ama él mismo? ¿tiene que ver el liderazgo con el amor? ¿qué pasa, entonces, con los liderazgos opresivos? ¿son siempre limitadores de la libertad? ¿o puede ejercerse el liderazgo de manera que, al contrario, la amplíe?

Pero ya se sabe, cuando se empieza a preguntar no se ve el límite, de modo que nuestros interrogantes han ido creciendo en osadía. Así, nos hemos preguntado si el liderazgo ha de ser siempre identificable con un individuo, o puede ser ejercido por una institución o, incluso, por una idea. Lo que sí parece que ha suscitado un cierto consenso es la constatación de que nuestra sociedad no está, como proponía algún asistente al principio, falta de líderes. El asunto parece más que carece de líderes a la antigua usanza: grandes políticos, grandes referentes culturales… Pero eso no necesariamente tiene que valorarse como un empobrecimiento. Seguramente tiene que ver con las nuevas formas de estructuración social que están surgiendo, de modo que la Historia parece que va en la dirección de repartir las funciones de liderazgo, dando lugar a lo que hemos venido a llamar un liderazgo en red. Los líderes, pues, siguen pareciéndonos necesarios, lo que no nos parece necesario, lo que incluso nos parece ya superfluo, es poderles dar un nombre y señalarlos con el dedo.

Reseña del café filosófico «El poder personal» (FNAC L’Illa, 2/3/12)

El tema de esta café proviene de cuestiones que surgieron en el anterior, dedicado a la libertad. ¿Qué es el poder? comenzamos preguntando. Quizás dominados por la actualidad, las primeras definiciones resultan ser todas de carácter negativo, como aquello que se vive como limitación de la libertad de cada uno. El poder lo ostentan los políticos, los ricos, los militares, los que tienen la información… y lo padecen los ciudadanos que aspiran a mantener su pequeña parcela de libertad personal.

¿Es, entonces, el poder siempre algo de lo que liberarse? ¿Puede concebirse el poder de una manera positiva? Con estas preguntas a contracorriente de lo que se ha venido conversando, se inicia un proceso de reflexión en torno al sentido profundo del término que nos ocupaPoder es, en definitiva, poder… algo. Todos ostentamos, en principio, un poder, sin el cual no se entenderían siquiera nuestros actos cotidianos. Hay, pues, un poder personal en la medida en que cada uno de nosotros puede esto o aquello que decide libremente. El poder, pues, no está en sí mismo reñido con la libertad, sino sólo con cierto uso del mismo.

Aparece, entonces, la cuestión de por qué el poder puede usarse de acuerdo, o en contra de la libertad. Una participante apunta, en este momento, que ceder a otro el poder resulta muchas veces más cómodo, más fácil. Que seguramente hay poderosos porque hay muchos individuos dispuestos a eludir las dificultades propias del ejercicio del poder. Aparece entonces la cuestión del liderazgo, la de cómo ejercen los líderes el poder sobre aquellos que se lo entregan.

Pero decidimos que esta cuestión ocuparía por sí misma un café, así que terminamos por aparcarla en beneficio de otras: ¿Puede el poder ejercerse sobre uno mismo sin ejercerlo sobre los demás?¿Puede el poder ejercerse colectivamente? Ambas suscitan posturas encontradas, que parecen obedecer más bien a diferencias de carácter de los participantes. Para unos, pues, el poder auténtico se ejerce sobre uno mismo, haciéndose, aprendiendo, independizándose de los demás. Para otros, toda acción ha de ser, en definitiva, pública y colectiva.

Para terminar el café con un sabor más dulce, el coordinador pregunta si el poder, como reza el tópico, resulta  erótico. Hay unanimidad en torno a la respuesta afirmativa, pero es de notar que la pregunta se ha entendido de dos maneras bien diferentes: para unos, se trata de si el ejercicio

del poder añade atractivo a quien lo ostenta. Para otros, de si el poder resulta atractivo de por sí. Pero se nos agota el tiempo y no podemos dar paso a un examen práctico de la cuestión, así que terminamos decidiendo, como siempre, el tema de la sesión siguiente, que tendrá lugar el 10 de abril, y que no será otro que el del liderazgo que habíamos dejado aparcado en este café

.