
Hay una idea central interesante, pero que podría resumirse y ejemplificarse en diez páginas: el número de colectivos con los que cada uno pueda identificarse se multiplica a costa de la conciencia de clase de los trabajadores, reforzando la conciencia de clase de la minoría dirigente. La izquierda, por tanto, se ha debilitado porque, aceptando implícitamente la caída del Muro de Berlín como victoria del capitalismo, se ha querido reinventar como albergue de todas las minorías, obviando la posible carga económicamente reaccionaria de muchas de esas reivindicaciones minoritarias.
La idea es interesante, pero el libro resulta reiterativo y hubieran bastado las primeras diez páginas para exponerla e ilustrarla suficientemente. Además, no se trata de un análisis neutro, sino de una clara defensa de un conservadurismo de izquierdas, de un retorno a las reivindicaciones de clase de los años 60. Sin embargo, precisamente la profusión de ejemplos que aporta dejan flotando la cuestión de si no se estará operando en la cultura occidental un cambio sustancial que haga ya poco atractiva una lucha que se desarrolle exclusivamente en torno a reivindicaciones relacionadas con las condiciones materiales del trabajador.
En fin, vale la pena echarle un vistazo.