¿Quién se quedará con la alternativa al mercado?

La izquierda habla contra el mercado, pero se manifiesta para recuperar el Estado del Bienestar · Mientras, lo más parecido a una alternativa económica es construido por organizaciones de personalidad ideológica de tono, cuanto menos, poco progresista. Escúchalo en Ricoalcuadrado o aquí:

cocina griega2El liberalismo económico consiste fundamentalmente en que “el mercado” deje de ser lo que fue en la antigüedad: un foro de intercambio social y, sólo derivadamente, económico. El ágora griega y el foro romano, y todavía también la plaza medieval, cumplían esa doble función, y se constituían así en el núcleo de la vida de las ciudades. Los intercambio de bienes, servicios, favores, conocimientos técnicos, ideas, eran inseparables unos de otros, y todo ello era también inseparable de la relación personal entre los quienes tenían algo que ofrecer y quienes tenían una necesidad, o un deseo, que satisfacer. En este contexto, la negociación de pagos y trueques era, para la mayoría (para una selecta minoría quizás lo fueron las ideas), tema favorito de establecimiento de relaciones sociales, y de una modalidad de deuda socializante: el favor debido, el mutuo préstamo de herramientas, de ayuda o de alimentos en caso de necesidad.

El cuadro que acabo de dibujar resulta, por supuesto, idílico sólo por su simplificación. Precisamente el amplio margen que la ausencia de regulación (sólo existía la que delimitaba los gremios y, precisamente, la que prohibía la usura), y el escaso uso de la moneda, dejaba a la negociación, hacía imposible establecer algo así como el “valor justo”, o “valor en sí” de los bienes o servicios, menos aún de las deudas.¬ Ese valor era el resultado de múltiples factores, entre los que estaba, por supuesto, nuestra querida relación entre oferta y demanda, pero también otros no menos importantes, que provenían del orden de lo social, de las relaciones personales existentes entre los negociadores. Por eso el “extranjero”, que estaba fuera de esa red de relaciones, lo tenía entonces tan difícil para comerciar, y sólo podía hacerlo en la medida en que su oferta resultara inequiparable a lo que el mercado que visitaba pudiera ofrecer. Las expediciones comerciales eran auténticas aventuras de las que uno no sabía si volvería enriquecido, empobrecido o, al menos, vivo. El regateo y lo que conocemos como “timo al turista” practicado en las tiendas de souvenirs de las medinas árabes, son restos de ese funcionamiento.

La imposición del llamado “libre mercado”, mágicamente autorregulado por la sola ley de la oferta y la demanda, significó: 1) sacarlo de las plazas y situarlo en el espacio virtual de las anotaciones contables, y 2) separarlo de lo social. Esto implicó que la deuda ya sólo pudiera contraerse con el mercado mismo como tal, y que uno sólo pudiera “prestar” asimismo al mercado. Exento de dimensión social, este trasiego de “favores” económicos ya sólo mantenía sentido si entraba en juego la usura. La burbuja crediticia que hoy nos atenaza es hija de esta deslocalización del mercado, convertido ahora en un ente abstracto cuya esencia es la capacidad infinita de proporcionar bienes y servicios a cualquiera, independientemente de su lugar social, pero también su infinita capacidad acreedora, que tampoco distingue el uso que los deudores hagan de lo prestado.

En un excelente trabajo de campo reveladoramente titulado Mercados de la desposesión, la antropóloga Julia Elyachar muestra, en el caso de Egipto, cómo fracasa la Cooperación Internacional precisamente por el desencuentro entre el “mercado social” todavía imperante entre los artesanos egipcios, y el “mercado abstracto” al que los que quería incorporar. El libro es de 2005, año en que el país todavía se encontraba bajo el mando de Mubarak, pero mientras, a raíz de la “Primavera egipcia”, nos hemos enterado de que mientras el FMI y el Banco Mundial, a través del entramado de ONGPS (neologismo mío, lo admito: Organizaciones No Gubernamentales Pero Subvencionadas), se empeñaba en llevar a Egipto al “libre mercado”, las organizaciones islámicas que luego obtuvieron los votos llevaban décadas extendiendo su mensaje a base de tejer las redes de solidaridad y servicios sociales que el Estado no ofrecía.

¿Qué tiene que ver esto con Europa? Muy fácil: ¿quién está ofreciendo en España la atención social que el Estado está progresivamente dejando de prestar (Educación, alimentación, vivienda, incluso a veces sanidad)? La Iglesia Católica. Que esta institución dedique una parte de sus recursos a esta labor resulta, por supuesto, encomiable, pero también me parece que debemos pensar las consecuencias ideológicas de que las fuerzas progresistas, demasiado ocupadas en mantener su cuota de poder institucional, estén cediendo este espacio que, en el fondo, es lo más parecido que tenemos a una economía social. Si no, que se lo digan a los griegos, sí, esos que antaño se enorgullecieron del ágora. ¿Quién sostiene a muchas de las familias que han quedado desamparadas por el Estado? Una organización que lleva dos décadas trabajando en silencio, esperando un momento que considera llegado, y creo que todos esperamos que se equivoquen: los neonazis de Aurora Dorada, que cuentan ya en Grecia con casi tanto porcentaje de voto como aquí el partido en el gobierno.

Henrik Hdez.-Villaescusa Hirsch
Consulta de Psicoterapia y Filosofía
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