La semana pasada hablamos de la dificultad que tenemos de romper con los esquemas viejos para abrazar los nuevos. El modo habitual de pensar es inverso: es cuando sabemos a dónde vamos que nos podemos poner en movimiento. Pero este es un modo de pensar altamente conservador. ¿Sabían los revolucionarios franceses o rusos a dónde iban a parar cuando se pusieron a la labor de demoler las viejas estructuras de la sociedad feudal, unos, y de la democracia burguesa, los otros? Ningún auténtico cambio puede realizarse sin que suponga un salto al vacío. Escúchalo en Ricoalcuadrado o:
Pero claro, uno sólo salta así cuando algo lo precipita hacia él, cuando no tiene nada que perder. Eso es lo que frena hoy a los países del sur de Europa a la hora de decidirse a enfrentar su situación. El modelo viejo todavía triunfa en los países de la Europa del Norte. Y aquí llegamos a una paradoja: para que triunfe en esos países, tiene que fracasar en los del sur (para que les enviemos mano de obra cualificada barata). Pero, a la vez, han de mantener en esos países del sur el espejismo de que el triunfo aún es posible, de que esta crisis es sólo pasajera y de que, si se aplican (en los recortes) y trabajan (en el norte), la situación será temporal y pronto podrán volver a sus casas y recuperar, o hasta aumentar, sus niveles de bienestar.
En este contexto podríamos entender mejor la aparentemente ambivalente política de Alemania con respecto a los países del sur de Europa, una de cal y otra de arena: lo más reciente, por ejemplo, que Merkel proponga que Alemania financie directamente al empresariado español, ya que no lo hacen los bancos españoles. Qué buena, noticia ¿no?
No sé qué intenciones la mueven. Pero creo que todo lo que hemos venido hablando acerca de la deuda, y la experiencia del endeudamiento que tienen los argentinos, los latinoamericanos en general, los países africanos, en fin, casi todo el mundo, en cierta manera hasta los propios EEUU, no puede sino hacernos sospechoso este nuevo movimiento de la presidenta alemana. ¿Es nuestro gobierno el que emplea mal los fondos prestados por Europa? ¿O es que esa «ayuda» (mira que llamar ayuda a un crédito al 5 o 6%) podría no buscar tanto la reactivación de nuestra economía como perpetuar su dependencia?
Pero aquí la lógica se enseña poco (ya menos, para algo quitamos la asignatura de Filosofía del bachillerato), y la contradicción no se quiere percibir. Preferimos mantener la ilusión de que podemos ser Alemania, cuando lo trágico es que está tan al borde del precipicio como nosotros. La diferencia está en que Alemania está utilizando nuestra ceguera para iluminar su propio camino, al menos una generación más, después, los que vengan, ya se arreglarán.