Quizás es hora de abandonar la ilusión exculpatoria de que es posible dividir el mundo entre morosos y acreedores · La crisis de Chipre ha puesto en primer plano una pregunta que, de tan elemental, permanecía sin formular, y a la que no podemos responder
Programa emitido en Rico al Cuadrado
No se trata ya solamente de una crisis de confianza en la inviolabilidad de nuestros ahorros. A mí me queda la sensación de que la sucesión de proyectos de “rescate” de la economía de Chipre (es decir, no la de sus ciudadanos, sino la de sus bancos) responde a una incapacidad de responder a esa pregunta. La primera solución, el robo, perdón, la quita de una fracción de los depósitos de todos los ahorradores, resultaba inaceptable por romper con el carácter “sagrado”, por emplear el calificativo utilizado por nuestro ministro de economía, de los ahorros de cada cual. Pero la solución finalmente adoptada y más parecida a la adoptada en España, esto es, la socialización de la deuda de los bancos, no parece más satisfactoria.
La discriminación entre grandes y pequeño ahorradores tampoco es fácil. Muchas grandes inversiones proceden de la suma de muchos pequeños depósitos. En Catalunya, por ejemplo, los funcionarios cobran (o cobraban) obligatoriamente parte de su sueldo en forma de aportación a un fondo de pensiones privado, cuyas inversiones no podían controlar.
Todos aquí se han echado encima del llamado “presidente del Eurogrupo” (entrecomillo porque se trata de un órgano muy divertido, o trágico, porque el Tratado de la Unión lo define como “informal”, cuando tiene todo un presidente y precisamente ahí se toman en realidad todas las decisiones financieras comunes, pero precisamente sin control parlamentario a causa de dicho carácter informal). Dicho “presidente”, Dijsselbloem, ha defendido que los bancos se hagan cargo de sus deudas, pero incluyendo en tal responsabilidad a sus depositantes. Ciertamente esto resulta una insensatez, porque los depositantes no son dueños del banco. Lo son sus accionistas que, por supuesto, no pueden responder de la deuda. Y aquí llegamos al fondo de la cuestión: ¿por qué los bancos constituyen un tipo especial de empresa en la que sus propietarios no son obligados a responder de sus compromisos financieros?
Lo voy a decir de una manera muy sencilla: porque cualquier empresa obtiene beneficios transformando una cosa en otra: materias primas en productos, tiempo en servicios… el banco no: es la única entidad que obra el milagro de la creación ex nihilo.
Es importante entenderlo: el banco no cobra por un servicio (guardar el dinero, administrarlo, intermediar entre los que depositan dinero y los que lo toman prestado). La actividad fundamental de un banco es producir dinero desde la nada. Como he explicado en otro lugar (Quién hace el dinero en http://www.filosofiapractica.com), el dinero que presta el banco no es el depositado, sino que casi en un 100% lo crea, simplemente lo anota como deuda (algo que sólo pueden hacer las entidades autorizadas por el estado, claro).
De cada deuda, pues, que un particular adquiere, en cierto modo nos beneficiamos todos, pues hace que aparezca más dinero en el sistema. Esto, por supuesto, desde un punto de vista capitalista. Creo que es hora de abandonar la ilusión exculpatoria de que es posible dividir el mundo entre morosos y acreedores. Ni los “morosos” tienen por qué asumir como suya una deuda inflada por un sistema que casi imposible de habitar sin endeudarse, ni podemos obviar que en ese sistema tan complejo, acreedores, en última instancia, lo somos todos de todos.
Henrik Hdez.-Villaescusa Hirsch
Consulta de Psicoterapia y Filosofía
http://www.filosofiapractica.com