Parece que la actualidad le marca el ritmo también a la filosofía, así que la pregunta del café de hoy, propuesta por los participantes del mes pasado, parece surgida del asombro ante la realidad con que los periódicos nos hacen desayunar cada mañana.
¿Es, pues, la falta de valores la causa del desaguisado? Y, si es así, ¿quién omitió la tarea de promoverlos? ¿Quiénes son los que no los poseen? Preguntas que han llenado hasta el tope, otra vez, la sala que ocupamos.
Para variar, el coordinador ha introducido brevemente los términos en que se plantea la cuestión. La investigación de los valores, como es sabido, ha preocupado a la filosofía desde Platón. Él es el primero que pone en primer plano la cuestión de qué nos hace actuar como lo hacemos, y lo hace en diálogos en los que precisamente compara la valoración que hacemos de los distintos fines de nuestras acciones y de las diferentes cualidades de nuestros congéneres y de nosotros mismos.
¿Valorar? Parece que esto suena muy contemporáneo, en tiempos de crisis. Efectivamente, no debe ser casualidad que plantear nuestras metas en términos de valor coincida con la eclosión de la economía mercantil en Grecia. No es esa cuestión histórica la que nos trae hoy aquí, pero de aquellos barros estos lodos, quizás esa manera occidental de plantear las cosas sea la causa de que hayamos acabado por subordinar los valores éticos, o morales, a la economía.
Y es que esta distinción es lo primero que tenemos que llevar a cabo, y también la primera que ha dividido desde el principio a los participantes en el café. Para unos, los valores son el producto de una tradición en la que las familias, según unos, o la escuela, según otros, deben educar. Para otros, el producto de la reflexión personal, del autoconocimiento. Lo que debe transmitir la escuela, para éstos, es la importancia de ocuparse de uno mismo, de conocerse y encontrar las propias metas y valores.
Por estos dos caminos paralelos ha ido transitando el diálogo, pero dos caminos con puntos de cruce. Si hoy se echan de menos los valores, y si éstos son de algún modo causa de la situación sociopolítica actual, parece desde una y otra postura se asocia con una tentativa de ciertos poderes dominantes de eliminar de la vida pública aquellos que puedan poner en cuestión sus modos de imponerse en el poder. Ahora bien, también desde ambas posturas ha habido quien cuestione que lo que vivamos hoy sea una crisis de valores. ¿Estaban más presentes en el pasado? ¿Cuándo, durante nuestra Guerra Civil? ¿Durante el Holocausto? ¿En la antigua Roma?
Como otras veces, el coordinador termina el café con un sumario de las diferentes posturas planteadas, y destacando cómo, independientemente de lo que se haya dicho, al menos durante estas dos horas de café han habido algunos valores espontáneamente compartidos por todos: los relativos al diálogo y a la pasión por compartir la reflexión.
El mes que viene decidimos volver a encontrarnos preguntándonos, sencillamente (o no): ¿Quién soy yo?