Reseña del café filosófico «El poder personal» (FNAC L’Illa, 2/3/12)

El tema de esta café proviene de cuestiones que surgieron en el anterior, dedicado a la libertad. ¿Qué es el poder? comenzamos preguntando. Quizás dominados por la actualidad, las primeras definiciones resultan ser todas de carácter negativo, como aquello que se vive como limitación de la libertad de cada uno. El poder lo ostentan los políticos, los ricos, los militares, los que tienen la información… y lo padecen los ciudadanos que aspiran a mantener su pequeña parcela de libertad personal.

¿Es, entonces, el poder siempre algo de lo que liberarse? ¿Puede concebirse el poder de una manera positiva? Con estas preguntas a contracorriente de lo que se ha venido conversando, se inicia un proceso de reflexión en torno al sentido profundo del término que nos ocupaPoder es, en definitiva, poder… algo. Todos ostentamos, en principio, un poder, sin el cual no se entenderían siquiera nuestros actos cotidianos. Hay, pues, un poder personal en la medida en que cada uno de nosotros puede esto o aquello que decide libremente. El poder, pues, no está en sí mismo reñido con la libertad, sino sólo con cierto uso del mismo.

Aparece, entonces, la cuestión de por qué el poder puede usarse de acuerdo, o en contra de la libertad. Una participante apunta, en este momento, que ceder a otro el poder resulta muchas veces más cómodo, más fácil. Que seguramente hay poderosos porque hay muchos individuos dispuestos a eludir las dificultades propias del ejercicio del poder. Aparece entonces la cuestión del liderazgo, la de cómo ejercen los líderes el poder sobre aquellos que se lo entregan.

Pero decidimos que esta cuestión ocuparía por sí misma un café, así que terminamos por aparcarla en beneficio de otras: ¿Puede el poder ejercerse sobre uno mismo sin ejercerlo sobre los demás?¿Puede el poder ejercerse colectivamente? Ambas suscitan posturas encontradas, que parecen obedecer más bien a diferencias de carácter de los participantes. Para unos, pues, el poder auténtico se ejerce sobre uno mismo, haciéndose, aprendiendo, independizándose de los demás. Para otros, toda acción ha de ser, en definitiva, pública y colectiva.

Para terminar el café con un sabor más dulce, el coordinador pregunta si el poder, como reza el tópico, resulta  erótico. Hay unanimidad en torno a la respuesta afirmativa, pero es de notar que la pregunta se ha entendido de dos maneras bien diferentes: para unos, se trata de si el ejercicio

del poder añade atractivo a quien lo ostenta. Para otros, de si el poder resulta atractivo de por sí. Pero se nos agota el tiempo y no podemos dar paso a un examen práctico de la cuestión, así que terminamos decidiendo, como siempre, el tema de la sesión siguiente, que tendrá lugar el 10 de abril, y que no será otro que el del liderazgo que habíamos dejado aparcado en este café

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