La semana pasado Hablamos trató la depresión, ésta la ansiedad. Son difíciles de disociar, hasta el punto de constituir juntas el conocido como «trastorno bipolar». ¿Qué es lo que las une? Ambas hunden su raíz en la pérdida del objeto. La una como conciencia de esa pérdida, la otra como miedo a ella. En efecto, el «miedo a nada» bien parece ser, más bien, un «miedo a la nada», a que no haya nada, a que nada sostenga mis representaciones ni, por tanto… a mí mismo. Esta conciencia/miedo a la pérdida de mí mismo, posíblemente sea el fundamento más profundo de la una y de la otra. ¿No será la incapacidad de llenar ese vacío que es el Yo la causa de la alternancia de estados de ánimo tan extremos? En busca de la respuesta, hemos vuelto, otra vez, a recordar a Kierkegaard, y hemos concluido que sólo un aprovechamiento creativo de la angustia puede dar consistencia a nuestro yo y «salvarnos», convirtiendo el abandono depresivo y la ansiedad fugitiva en una búsqueda productiva.
Escucha El Despensario aquí:
Escucha Hablamos aquí.