El carácter obsesivo con el que el neurótico se rodea de rituales con los que pretende protegerse de la angustia invita a reflexionar acerca de hasta qué punto, cuando no se convierten en patológicos, los rituales no constituirán una condición de nuestra relación con la realidad, con nosotros mismos y con los demás. Freud, en efecto, diagnosticó el carácter neurótico de los rituales religiosos, pero… ¿qué queda cuando se los elimina? ¿No se sustituye quizás la misa dominical por el partido de fútbol, la oración por las tablas de multiplicar, el examen interior por el examen médico? ¿No son la escuela y el hospital nuevos templos sagrados? Pero entonces… ¿de qué angustia nos protege todo esto? ¿Es siempre patológico el ritual? ¿O puede contarse entre las más elevadas producciones de la cultura?